Rosa estaba con fiebre. No hacía más que dormir y soñar. Soñó que tenía alas y que volaba sobre un paisaje blanco con extrañas flores de color rosa.
Cuando Rosa habló de su sueño, su madre se asustó y le compró toda clase de flores. Pero Rosa negaba con la cabeza. Su flor no se hallaba entre ellas.
Le subió aún más la fiebre y entonces sus padres le dijeron que pidera cuanto se le antojara:
- Quiero alas, susurró Rosa.
Así que su madre no tuvo más remedio que hacerle unas alas con alambre y tela blanca.
Cuando se hizo de noche, se colocó las alas y voló. Al poco tiempo el paisaje blanco se extendía debajo de ella, así como el valle donde crecían las flores de su sueño y decidió quedarse con ellas.
Pero una de las flores moviendo la cabeza de un lado para otro le dijo:
- Aún no ha llegado tu hora. Vuelve a casa y un día yo te visitaré.
A la mañana siguiente la fiebre había desaparecido. ¡Rosa estaba curada!
De pronto oyó que una voz débil la llamaba. Saló de puntillas al jardín. Durante la noche había nevado. Y allí estaba... un tallo frágil se erguía desde el suelo. ¡Era su flor!
- Aquí estoy, dijo la flor, tal como te prometí. Después se quedó muda y nunca más habló.
Ha pasado ya mucho tiempo de esto. Pero la flor aún existe. ¿Que cómo se llama? Te lo dirá la propia Rosa: "Es una rosa pues le he dado mi nombre. Fijaos, ahí mismo florece... la rosa que crece en la nieve".
KRISTINA LOUHI/HANNÜ MÄKELÄ
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