Por las tierras del Courel vivía hace muchos, muchos años una manada de lobos que tenía por jefa una enorme loba blanca. Un día los lobos llevaron varios terneros de una cuadra, así que las gentes de la aldea ordenaron una batida para cazarlos.
Cuando los perros dieron con el grupo, la loba blanca les ordenó a los suyos que huyeran. Ella sola se enfrentó a los perros. Consiguió vencerlos, pero la llegada de las escopetas acabó con su vida. Los hombres, contentos con su triunfo sobre el animal, le arrancaron la piel para enseñarla a sus vecinos como señal de su proeza y después venderla.
A su llegada a la aldea hicieron una fiesta para celebrarlo. Pero, cuando quedó todo en silencio y la gente dormía en sus casas, despertaron asustados con los aullidos de los lobos que se oían cerca, muy cerca.
Los cazadores se asomaron a las ventanas con sus escopetas para matarlos, pero solo veían sombras que desaparecían en la oscuridad de la noche. Y así noche tras noche, los lobos volvían y desaparecían por el día.
Una mujer con fama de sabia les dijo a todos que venían por la loba, que había que llevar la piel al bosque y echarla sobre los matorrales para que la luna la tocara con su luz.
Así lo hicieron y esa noche se volvieron a oír los aullidos, pero no sonaban en la aldea sino en el bosque, en el lugar donde habían dejado la piel de la loba. Los lobos lloraron toda la noche a su reina y después la enterraron en lo más profundo del lugar.
Cuentan las mujeres sabias que la loba blanca nunca desapareció. Dicen que en las noches de luna llena vuelve al Courel y lo recorre con su manada. Ya no aulla. Los cambios producidos por el hombre en sus dominios la dejaron muda.
La gran loba blanca encontró otra manera de hablar con la gente de bien: en las noches de luna llena entra en los sueños de las personas y pasea por ellos. Si se asustan al verla, y gritan, la loba no los visita más en sueños. Pero a quien no se asusta con su presencia la gran loba blanca le hace un regalo.
Con su voz, que ya no son aullidos sino sones hermosos, les enseña a cantar, a hablar, a recitar, a contar historias, cuentos… para hechizar a quien los escuche.
¡Bendita loba blanca! ¡Que este año que empieza no abandone nuestros sueños para seguir con la magia del mundo de los cuentos!
Me gustan los cuentos de todos los sabores, de todos los colores, de todos los olores...pero, mis preferidos son los que cuenta un niñ@ especialmente si se narran a través de la ilusión de sus dibujos.
Aquí encontrarás un rincón donde la fantasía, la imaginación, los valores y la emoción tienen su hogar.
Pedro tenía una cometa que le cantaba cada vez que la izaba al vuelo - Súbeme más alto Pedro!. ¡Arriba, arriba! Éste emocionado le hacía caso y la elevaba un poco más. Cuando no hacía viento la cometa no podía volar, por lo que pasaba el rato contándole a Pedro lo que veía desde lo alto del cielo y él quedaba muy asombrado con lo que decía: - Veo niñ@s, niñ@s que me miran y sonríen, me señalan y me dicen ¡guapa!. Danza en el aire, baila tu canción, ¡cuentanos un cuento lleno de emoción!. Por eso, cada vez que los niñ@s ven una cometa son felices porque escuchan su canto convertido en un relato.Hoy voy a poner mi cometa a volar ¿quieres ser feliz oyéndola cantar?.
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