Atención niños y niñas, ¡cuidado! ¡Tened cuidado con vuestros pies! Erase que se era un duende muy travieso al que le encantaba roer los pies a los niños.
Todas las noches mientras dormían, se dedicaba a su afición favorita: ¡roer los pies!Y claro los niños tenían que ir al médico por culpa del duende roe pies. Allí los pinchaban y debían de tomar medicinas que son tan aburridas.
Una noche María sintió cosquillas en sus pies y cuando fue a mirar lo que pasaba, ¿sabéis lo que encontró? ¡Pues al duende claro! Allí estaba él tan ricamente ¡royéndole los pies!
Lo sacudió y le dijo:
- ¡Oye tu! ¿Estás loco? ¿Qué te pasa para hacer eso?
El duende le explicó que no podía vivir sin roer y lo mejor eran los pies.
María tenía que darle una lección a ese duende roedor y, ni corta ni perezosa le contó que ella podía curarle esa manía.
Cogió una piedra que había traído de la playa en el verano y que tenía de adorno en su habitación y le dijo:
- Toma, roe esto.
El duende confiado así lo hizo y como podrás imaginar ¡se rompió los dientes! Se le cayeron todos al suelo mientras María sonreía y le decía:
- ¡Chincha rabincha, ya no podrás roer los pies de los niños!
Pero cuidado niños, mucho cuidado. !No se sabe si a los duendes les vuelven a salir los dientes de nuevo!
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