Todo lo que os voy a contar sucedió en el pueblo de Rieiro, cerca del Río Xallas, una noche de HALLOWEEN. Y fue de esta manera:
Paula de diez años y su hermano Ángel, despertaron súbitamente. Unas voces misteriosas venían desde el río.
- Abracadabra pata de cabra.
- ¿Has oído?, preguntaba Ángel a Paula aterrorizado desde a su cama, cubriéndose la cara con el edredón.
- Si, Ángel, las he oído- respondía la niña, muy asustada. ¿Qué puede ser?
- No lo sé, Paula. Tengo miedo, mucho miedo.
El perro Pataquieta ladraba como nunca. El gato Mocoliso maullaba alborotado. El loro Selvatutía no dejaba de repetir: “Me pica el pico”.
Vamos a ver qué está pasando- insistía Laura. No seas miedica .
Los dos hermanos, en pijama, saltaron de sus colchones y se asomaron a la ventana. Desde allí contemplaron el río Xallas.
Las truchas sacaban sus cabezas por entre el agua y repetían con fuerza y ganas:
- ABRACADABRA, PATA DE CABRA.
- ¡Son las truchas! Dijeron los dos al mismo tiempo.
Fue cuando apareció ante la vista de los chiquillos aquel barco fantasma. Un velero gigante. Todo iluminado. Con muchas bombillas, con los colores del arco iris.
Las truchas callaron.
Del buque salía una música fantástica. El que la escuchaba se ponía contento, olvidaba sus penas y repetía sin cesar, alegre: “ABRACADABRA, PATA DE CABRA”.
- ¿Ves lo que yo veo, Ángel?
- Sí, claro que sí.
Y los dos hermanos llevados no se por qué fuerza interior comenzaron a repetir:
- ABRACADABRA, PATA DE CABRA”.
Pero el barco pronto desapareció. Tal vez al verse descubierto, huyó.
- Creo que las truchas están embrujadas, dijo Ángel. Parlotean como las personas.
Los dos hermanos volvieron a la cama. La noche siguiente ocurrió lo mismo: las truchas, el barco… Pero esta vez la música hechizada los atraía hacia el río.
Ángel y Paula, cogidos de la mano, alegres, felices, llegaron hasta el río. De repente aparecieron dos caballos de mar ¡en un río! Se dirigieron a los niños y les dijeron en perfecto castellano:
- Venid. Montad sobre nuestros lomos. No tengáis miedo.
Los niños obedecieron. Montaron en ellos y fueron transportados hasta el mismo casco del barco.
La música era cada vez más
Una voz suave, delicada, dulce, habló desde la cubierta:
- ¡Subid! Que suban los niños!
Ángel y Paula alzaron su mirada hacia arriba y vieron a una bruja. Se trataba de Makelena. La gran bruja y madre de todas las brujas y brujos. La creadora de la magia. La única capaz de convertir a un elefante en hormiga, de hacer hablar a las orejas de la gente, de saber todo aquello que a uno le gustaría ver y oír.
Makelena arrojó a las aguas su sombrero y dijo:
- ¡Que se monten en él los niños y suban!
Y así fue como llegaron a la cubierta del buque. Allí había muchos brujos y brujas, de todos los colores y de todos los países. Los recibieron con aplausos, abrazos y besos. Hubo mucha fiesta. Bailes y más comida.
A una señal de Makelena llegaron volando por el aire unos brujos que traían libros. Libros nuevos, viejos, de poesía, de aventuras, de misterio, de teatro… Los depositaban en una máquina licuadora que iba exprimiendo sus hojas y sacando por un tubo especial el zumo de sus letras.
MAKELENA le ofreció a los niños de aquel zumo. Al beberlo se convirtieron en niños libro.
Los hechiceros besaron a los niños. Se despidieron de ellos. Luego, los caballos marinos los transportaron de vuelta a casa donde fueron muy felices y soñaban todas las noches con las historias que estaban escritas en los libros.
Todo gracias al zumo de los hechiceros. Cuando se publica un nuevo libro, los niños exprimen sus hojas como si fuesen naranjas y beben la sustancia de las letras. Y como son generosos comparten esta experiencia con sus compañeros de colegio y así todos acaban tomando de aquel zumo especial.
Y el barco de los brujos, según dicen los que lo han visto alguna vez, se ha convertido en un libro flotante. Un libro que navega por todos los mares y ríos del mundo, buscando a niños y mayores que quieran subirse a él. Así que ya sabes lo que te espera cuando escuches esta canción...
Me gustan los cuentos de todos los sabores, de todos los colores, de todos los olores...pero, mis preferidos son los que cuenta un niñ@ especialmente si se narran a través de la ilusión de sus dibujos.
Aquí encontrarás un rincón donde la fantasía, la imaginación, los valores y la emoción tienen su hogar.
Pedro tenía una cometa que le cantaba cada vez que la izaba al vuelo - Súbeme más alto Pedro!. ¡Arriba, arriba! Éste emocionado le hacía caso y la elevaba un poco más. Cuando no hacía viento la cometa no podía volar, por lo que pasaba el rato contándole a Pedro lo que veía desde lo alto del cielo y él quedaba muy asombrado con lo que decía: - Veo niñ@s, niñ@s que me miran y sonríen, me señalan y me dicen ¡guapa!. Danza en el aire, baila tu canción, ¡cuentanos un cuento lleno de emoción!. Por eso, cada vez que los niñ@s ven una cometa son felices porque escuchan su canto convertido en un relato.Hoy voy a poner mi cometa a volar ¿quieres ser feliz oyéndola cantar?.
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