Aquel sábado por la tarde el lagarto Paco estaba acostado sobre una piedra de la cocina . ¡Qué bien estaba cerca del calor!
Pero la bruja con la que vivía no dejaba de decir barbaridades:
- “Por las barbas de un cocón
el azúcar será carbón”.
Cada vez gritaba más:
- “Por las barbas de un moreno
el azúcar será veneno”.
Y echaba kilos de azúcar en la olla, tarros de miel, tres caramelos y un poco de merengue.
Y seguía diciendo:
- “A partir de este momento el azúcar será cemento”.
- “A los que coman caramelos
se les llenará la boca de pelos”.
Paco era muy goloso y no estaba dispuesto a que desapareciera todo el azúcar del mundo.
Le gustaba muchísimo chupar un pirulí, el sabor dulce de la crema de leche y cómo se deshacía un azucarillo en la boca.
¡Glubluglú, glubluglú…! La olla empezó a hervir.
La bruja estaba feliz, desaparecería el algodón de azúcar, los helados italianos, el turrón, los melindres de Melide, la tarta de Santiago…
La bruja sonreía mientras decía:
“ Los vapores se extenderán por todas las casas , por todas las cocinas, por todos los azucareros y hará que desaparezca el dulce de la tierra. Ja, ja, ja…
Pero Paco no estaba dispuesto a que pasara nada de eso. Y echó en la olla todo lo que encontró: un pollo, lechugas, tomates, huevos, pimientos, espaguetis…
De este modo la olla explotó. La bruja perdió la memoria con lo ocurrido y pensó que estaba cocinando unos deliciosos fideos.
¡Qué suerte! El lagarto Paco se libró de unos buenos escobazos y…
gracias a él ...sigue habiendo azúcar en el mundo.
Y ahora se dedica a cantar esta canción para avisar a todo el mundo de lo locas que están las brujas.
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