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Esto sucedió una noche de San Juan hace mucho, mucho tiempo.
Cuentan que Remigio Lantaño salía a pescar todos los días en su barca.
Incluso en días de fiesta, como en los de San Juan, tenía que ir a pescar si quería comer y tener algo que festejar.
Al amanecer ya estaba en la salida de la ría. Delante se encontraba la “Roca de las Doncellas”, una gran roca que sobresalía en el mar y que debía su nombre a la creencia de que allí había hadas prisioneras.
Solo una vez al año volvían los temores de Remigio: LA NOCHE DE SAN JUAN.
Pero, nunca pasó nada porque como le dijo su abuela: “LAS HADAS QUE SON CAPACES DE AMAR GANAN EL DERECHO A VIVIR UNA VIDA HUMANA ENTERA”.
Cuentan que Remigio Lantaño salía a pescar todos los días en su barca.
Incluso en días de fiesta, como en los de San Juan, tenía que ir a pescar si quería comer y tener algo que festejar.
Al amanecer ya estaba en la salida de la ría. Delante se encontraba la “Roca de las Doncellas”, una gran roca que sobresalía en el mar y que debía su nombre a la creencia de que allí había hadas prisioneras.
Solo una vez al año volvían los temores de Remigio: LA NOCHE DE SAN JUAN.
Pero, nunca pasó nada porque como le dijo su abuela: “LAS HADAS QUE SON CAPACES DE AMAR GANAN EL DERECHO A VIVIR UNA VIDA HUMANA ENTERA”.
Cuento adaptado de Carlos Reigosa, dous máis dous.
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