COMETA

martes, 28 de junio de 2011

CUENTO "UN JARDÍN MÁGICO"


En un castillo muy hermoso vivía una reina que adoraba las flores. Tanto le gustaban que el castillo estaba rodeado por un jardín donde el verdor aparecía mezclado de puntos de colores: rojo, amarillo, lila... Eran sus flores. Todas preciosas.

Las flores estaban muy bien cuidadas porque, ¡cosa curiosa!, quien se encargaba de  aquel jardín era la propia reina. Ésta estaba muy harta de aguantar el gran egoísmo de su marido, que se pasaba horas enteras contando sus riquezas, y aquel jardín era su refugio. Lo cuidaba horas y horas, y eso al jardín se le notaba un montón.

Un día estaba la reina extasiada regando unos tulipanes amarillos y mirando sus largas hojas verdes, tan frescas y brillantes, cuando de pronto oyó un ruidito muy cerca de ella. Volvió la cabeza y vio a una dama bellísima que le dijo: 

- "Yo sé todo lo que te pasa, gran soberana de todo este magnífico reino. Pero no sufras tanto. Vamos a darle al rey una lección que nunca olvidará y si tenemos suerte, todo se arreglará".

Dichas estas palabras, todo el reino se paralizó.

A las flores, no las movía el viento por fuerte que viniera. Los criados dentro del castillo parecían estatuas. La reina, con su gran belleza, parecía una escultura hecha a propósito para adornar el jardín.

Solo el rey se podía mover en medio de aquella quietud. Cuando pensó que ya no podría ver más a la reina hablando, paseando... se estremeció de dolor y se olvidó de sus riquezas. Lo único que quería era ver todo lleno de vida otra vez. La reina a su lado, las flores meciéndose con el viento, oír el bullicio del castillo, el canto de los pájaros, la risa de los criados.

Su corazón sufría y su deseo de que todo volviera as ser como antes era tan fuerte que, como por arte de magia, ¡se produjo el milagro! Todo empezó a tener movimiento: los criados reían, las flores se agitaban alegres en el jardín movidas por el aire, los pájaros revoloteaban cerca de los cristales, la reina se movía por el jardín...

Y el rey sentía una alegría especial que le envolvía todo su ser y que le relajaba los músculos de su boca, le producía una sonrisa nueva, diferente a todas sus sonrisas anteriores. Era otro ser.

Aquella lección lo había transformado. Era feliz y todos con él.



domingo, 19 de junio de 2011

CUENTO "EL REY SIN CUENTO"

El rey de Litonia tenía un problema. Se dió cuenta cuando despertó de un molesto sueño una noche de invierno que llovía a mares. Mandó llamar a sus consejeros y les dijo:

- Queridos consejeros. Tengo un problema: no tengo un cuento. ¿Comprendéis la gravedad de esto? ¡Un rey sin cuento! Esto  nunca se vió.

Los consejeros decidieron encontrar una solución y durante ocho días hablaron, discutieron... Pero nada, no había manera. No encontraban el remedio.

Entonces el rey decidió enviar emisarios a recorrer el mundo en busca de un cuento. Un día llegó una dama ataviada con un lujoso vestido de seda.

- Majestad, yo tengo la solución. En mi país hay un ladrón. No es un ladrón cualquiera, es un ladrón de cosas que uno no cuenta. Majestad, puedo contarle al ladrón que hay millones de cosas que robar en Litonia y usted con su sabiduría podrá sacar luego un cuento de este hecho.

El rey aceptó.

Y... ¿qué te parece que pasó? Pues que una sombra pasó por el reino llevando la oscuridad a cada rincón. El rey, en vez de socorrer a su pueblo, se quedó dormido.

Cuando la sombra desapareció del reino el rey despertó. No se acordaba de nada de lo que había pasado. Quizás fue el deseo de tener un cuento lo que el ladrón de cosas que uno no cuenta fue lo que le robó.

Gracias a esto los habitantes del Litonia se vieron libres de la obsesión del monarca. Y, ese mismo día, en secreto, para que él no se enterara, comenzaron a redactar este cuento.
Antonido Yáñez Casal

Solo que el rey cambió el ¡NO TENGO UN CUENTO! por un ¡CUENTAME UN CUENTO!


miércoles, 8 de junio de 2011

CUENTO "EL MEJOR FLAUTISTA DEL MUNDO"

En todos los lugares las personas mayores son los que conocen los cuentos más bonitos y entrañables. El viejo Iván relató este cuento a los niños y niñas de su aldea, un cuento que habla sobre Pedro Petrov,  el mejor flautista del mundo.

Pero era como vosotros, dice Iván. Un niño bueno, guapo y con el pelo muy, muy rizado. Alquien a quien le encantaba soñar y que deseaba, más que otra cosa, tener un gorro de cosaco.

Así que mientras ahorraba para comprarlo, decidió cortarse el pelo en forma de gorro. Peló del todo su nuca y dejó sin cortar la parte de arriba de su cabello.

- ¡Qué bien me sienta la primavera!, pensaba mientras volaba cerca de él  una pareja de ruiseñores.

- "Mira" dijo ella, "mira qué hermoso lugar".

- "¿Tú crees?", contestó el señor ruiseñor.

- "Sin duda, es perfecto. No tendremos ni que hacer el nido. Bastará con poner los huevos".

Y así los ruiseñores se instalaron en la cabeza de Pedro.

Éste al principio no lo notó. Hasta que un día, que fue a rascarse, recibió un picotazo. Buscó un espejo y... ¿qué vió? ¡Cuatro crías y dos señores pájaros!

Pensó en echarlos, claro, pero luego lo repensó y se dijo: "Dejaré que se queden. Total, me harán compañía y en invierno se marcharán". Y en efecto así fue.

Aunque antes ocurrió algo maravilloso. Los ruiseñores tuvieron que enseñar a cantar a sus polluelos...

Pedro Petrov aprendió, a base de escucharlos, a hacerlo tan bien o mejor que un pájaro, con lo que se hizo mundialmente famoso como flautista.

De modo que algo que podía haber sido un problema, terminó siendo un hermoso regalo. Eso dijo el viejo Iván antes de que todos, niños y mayores, aplaudieran.
Adaptación del cuento: Kide Díaz
Ilustración: Diego Jiménez


miércoles, 1 de junio de 2011

CUENTO "EL SECRETO DE LA ISLA DE SAN BORONDÓN"


Dicen que las Islas Canarias son siete, pero... ¿Sabías que se busca una octava? ¿Una isla misteriosa... fantástica? ¿La isla de la Felicidad y la Fortuna?

Acompáñame, te voy a contar unha historia llena de magia y fantasía. Una historia en la que vas a descubrir un gran secreto: el de la isla de San Borondón, la isla Fantasma de las Canarias.

Todas las noches, frías o calientes, un viejo pescador salía a pasear con su barca. Acompañado por su perro recorría el mar canario buscando el mejor lugar donde echar sus redes y coger los mejores peces.

Una noche suave y tranquila echó, como de costumbre sus redes y, al sacarlas no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. Dentro de la red, entre algúnos peces, se encontraba una corona. Una corona de oro, con brillantes.



Y la Musa sonríe divertida en su isla de fantasía.


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