El vaquero adoraba la leche y todas las noches y todas las mañanas bebía un buen vaso.
Esa mañana salió a buscar las vacas pero no las encontró. Buscó y buscó por toda la montaña, pero nada. Miró en los pozos, en el río y ¡hasta debajo de la cama! ¡Pero nada! Las llamó por su nombre: Margarita! Candela!
Y de repente escuchó: MUUUU!, MUUU!
Claro!, ¡ya sabía lo que había pasado! Las vacas al ser tan blancas no se distinguían en la nieve.
Para que no le volviera a pasar las pintó de negro. Y se fue para casa.
Al llegar la noche le entraron unas ganas tremendas de beber leche y salió a ordeñar las vacas. Pero como era de noche ¡no las encontró!
Buscó y buscó por toda la montaña. Miró en los pozos, en el río y ¡hasta debajo de la cama! ¡Pero nada! Las llamó por su nombre: ¡Margarita! ¡Candela!
Hasta que escuchó un ¡MUUU! que lo dejó sin sentido.
Por la mañana tenía un disgusto tremendo. Lloró durante tres días hasta que se le ocurrió una idea…
Cogió un bote de pintura blanca y como ya estaban pintadas de negro les hizo unas manchas blancas. Así las manchas blancas y negras serían visibles tanto con nieve como en la oscuridad.
De este modo fue como pudo leche tranquilo todos los días y por eso, desde entonces, las vacas tienen manchas blancas y negras.
Celebró una fiesta con sus amigos los vaqueros de las colinas, con canciones vaqueras, de comer SOPA DE JUDÍAS PINTAS y de beber…¡LECHE, claro!
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