Esta es la historia de una pequeña
tortuga a la que le gustaba jugar a solas y con sus amigos. También le gustaba
mucho ver la televisión y jugar en la calle, pero no parecía pasárselo muy bien
en la escuela .
A esa tortuga le resultaba muy difícil
permanecer sentada escuchando a su maestro. Cuando sus compañeros y compañeras
de clase le quitaban el lápizo la empujaban, nuestra tortuguita se enfadaba
tanto que no tardaba en pelearse o en insultarles hasta el punto de que luego la
excluían de sus juegos.
La tortuguita estaba muy molesta. Estaba
furiosa, confundida y triste porque no podía controlarse y no sabía como
resolver el problema. Cierto día se encontró con una vieja tortuga sabia que
tenía trescientos años y vivía al otro lado del pueblo. Entonces le preguntó:
-¿Qué es lo que puedo hacer? La escuela
no me gusta. No puedo portarme bien y, por más que lo intento, nunca lo
consigo.
Entonces la anciana tortuga le
respondió:
-La solución a este problema está en ti
misma. Cuando te sientas muy contrariada o enfadada y no puedas controlarte,
métete dentro de tu caparazón (encerrar una mano en el puño de la otra y
ocultando el pulgarcomo si fuera la cabeza de una tortuga replegándose en su
concha). Ahí dentro podrás calmarte.
Cuando yo me escondo en mi caparazón hago
tres cosas:
En primer lugar, me digo – Alto - luego
respiro profundamente una o más veces si así lo necesito y, por último, me digo
a mi misma cuál es el problema.
A continuación las dos practicaron
juntas varias veces hasta que nuestra tortuga dijo que estaba deseando que
llegara el momento de volver a clase para probar su eficacia.
Al día siguiente, la tortuguita estaba
en clase cuando otro niño empezó a molestarla y, apenas comenzó a sentir el
surgimiento de la ira en su interior,que sus manos empezaban a calentarse y que
se aceleraba el ritmo de su corazón, recordó lo que le había dicho su vieja
amiga, se replegó en su interior, donde podía estar tranquila sin que nadie la
molestase y pensó en lo que tenía que hacer. Después de respirar profundamente
varias veces, salió nuevamente de su caparazón y vio que su maestro estaba
sonriéndole.
Nuestra tortuga practicó una y otra vez.
A veces lo conseguía y otras no, pero, poco a poco, el hecho de replegarse dentro de
su concha fue ayudándole a controlarse. Ahora que ya ha aprendido tiene más
amigos y amigas y disfruta mucho yendo a la escuela.
(PICANDO EN LA IMÁGEN DE ARRIBA ACCEDERÁS A ACTIVIDADES PARA REALIZAR EN EL AULA CON ESTE CUENTO) Gracias a Maria José de "Inteligencia emocional en la escuela" por esta aportación.