Por las tierras del Courel vivía hace muchos, muchos años una manada de lobos que tenía por jefa una enorme loba blanca. Un día los lobos llevaron varios terneros de una cuadra, así que las gentes de la aldea ordenaron una batida para cazarlos.
Cuando los perros dieron con el grupo, la loba blanca les ordenó a los suyos que huyeran. Ella sola se enfrentó a los perros. Consiguió vencerlos, pero la llegada de las escopetas acabó con su vida. Los hombres, contentos con su triunfo sobre el animal, le arrancaron la piel para enseñarla a sus vecinos como señal de su proeza y después venderla.
A su llegada a la aldea hicieron una fiesta para celebrarlo. Pero, cuando quedó todo en silencio y la gente dormía en sus casas, despertaron asustados con los aullidos de los lobos que se oían cerca, muy cerca.
Los cazadores se asomaron a las ventanas con sus escopetas para matarlos, pero solo veían sombras que desaparecían en la oscuridad de la noche. Y así noche tras noche, los lobos volvían y desaparecían por el día.
Una mujer con fama de sabia les dijo a todos que venían por la loba, que había que llevar la piel al bosque y echarla sobre los matorrales para que la luna la tocara con su luz.
Así lo hicieron y esa noche se volvieron a oír los aullidos, pero no sonaban en la aldea sino en el bosque, en el lugar donde habían dejado la piel de la loba. Los lobos lloraron toda la noche a su reina y después la enterraron en lo más profundo del lugar.
Cuentan las mujeres sabias que la loba blanca nunca desapareció. Dicen que en las noches de luna llena vuelve al Courel y lo recorre con su manada. Ya no aulla. Los cambios producidos por el hombre en sus dominios la dejaron muda.
La gran loba blanca encontró otra manera de hablar con la gente de bien: en las noches de luna llena entra en los sueños de las personas y pasea por ellos. Si se asustan al verla, y gritan, la loba no los visita más en sueños. Pero a quien no se asusta con su presencia la gran loba blanca le hace un regalo.
Con su voz, que ya no son aullidos sino sones hermosos, les enseña a cantar, a hablar, a recitar, a contar historias, cuentos… para hechizar a quien los escuche.
¡Bendita loba blanca! ¡Que este año que empieza no abandone nuestros sueños para seguir con la magia del mundo de los cuentos!
Rosa estaba con fiebre. No hacía más que dormir y soñar. Soñó que tenía alas y que volaba sobre un paisaje blanco con extrañas flores de color rosa.
Cuando Rosa habló de su sueño, su madre se asustó y le compró toda clase de flores. Pero Rosa negaba con la cabeza. Su flor no se hallaba entre ellas.
Le subió aún más la fiebre y entonces sus padres le dijeron que pidera cuanto se le antojara:
- Quiero alas, susurró Rosa.
Así que su madre no tuvo más remedio que hacerle unas alas con alambre y tela blanca.
Cuando se hizo de noche, se colocó las alas y voló. Al poco tiempo el paisaje blanco se extendía debajo de ella, así como el valle donde crecían las flores de su sueño y decidió quedarse con ellas.
Pero una de las flores moviendo la cabeza de un lado para otro le dijo:
- Aún no ha llegado tu hora. Vuelve a casa y un día yo te visitaré.
A la mañana siguiente la fiebre había desaparecido. ¡Rosa estaba curada!
De pronto oyó que una voz débil la llamaba. Saló de puntillas al jardín. Durante la noche había nevado. Y allí estaba... un tallo frágil se erguía desde el suelo. ¡Era su flor!
- Aquí estoy, dijo la flor, tal como te prometí. Después se quedó muda y nunca más habló.
Ha pasado ya mucho tiempo de esto. Pero la flor aún existe. ¿Que cómo se llama? Te lo dirá la propia Rosa: "Es una rosa pues le he dado mi nombre. Fijaos, ahí mismo florece... la rosa que crece en la nieve".
Era el día de Nochebuena, ¿sabéis? El árbol estaba ya bien adornado con sus velas, sus bolas brillantes, sus naranjas alegres, sus manzanas rojas, sus nueces doradas y muchos, muchos juguetes. Era de verdad un árbol muy hermoso.
Estaba solitario en el gran salón con las puertas bien cerradas para que los niños no pudiesen verlo hasta la mañana del día de Navidad.
Los mayores, el gato, el canario, el perro... todos los de la casa lo habían visto excepto los niños y.... ¡las arañas!
Como sabéis las arañas viven en los rincones soleados de las buhardillas, en los rincones oscuros de los sótanos y en todos los rincones que podais imaginar. Desgraciadamente, justito antes de Navidad hubo una gran limpieza en aquella casa. La escoba llegó a todos los rincones -ris, ras, ris ras- y el plumero no dejaba ni una telaraña - zip zap, zip zap.
Y las arañas se enfadaron mucho. De este modo fueron a visitar al Niño Jesús al que le contaron lo que habían hecho con ellas. Éste, les dio permiso para que fuesen a contemplar el árbol.
Las arañas felices recorrieron el árbol de arriba a abajo. Estuvieron allí hasta que lo hubieron visto todo, todo y, entonces, se volvieron para sus rincones tan contentas...
Como la Nochebuena estaba avanzada, el Niño Jesús bajó para bendecier el árbol y todas las cosas bonitas que lo adornaban. Pero cuando llegó allí, ¿a que no adivináis lo que halló? ¡Telarañas!
Por todas las partes donde las arañas habían pasado habían dejado sus largos hilos de seda. El Niño Jesús tocó el árbol con su dedo y las telarañas empezaron a resplandecer como si fueran de oro. Brillaban y rebrillaban entre las ramas; y los largos hilos dorados lo cubrían todo. ¡Qué maravilloso era!
Sara C. Byrant
Desde entonces siempre se colocan hilos dorados en el árbol de Navidad!
En estas fechas en que todo el mundo se rodea de la magia de la Navidad (sobre todo los que trabajamos con niños) me encantaría, desde este blog dedicado a los cuentos que fueran ellos mismos los que os contaran su aventura camino de Belén.
Porque... ¿alguna vez os preguntasteis qué le llevarían al niño Jesús personajes como Peter Pan, Blancanieves, los tres cerditos, la Bella Durmiente...?
Hace mucho, mucho tiempo la gente no tenía grifos en su casa y por ello tenían que salir a la fuente para traer el agua del pozo en un cántaro. Era la tarea de las mujeres y muchachas, quienes al mismo tiempo lo aprovechaban para charlas e intercambiar noticias y novedades.
Una noche, Ruth había tomado su cántaro para ir al pozo. Al salir de la casa, notó que una estrella en el cielo brillaban tan fuerte que su luz resplandecía sobre las demás estrellas y la luna.
- ¿Qué significaba esa estrella tan maravillosa?, pensó.
Cuando llegó al pozo ya no había nadie porque se había entretenido demasiado observando la maravillosa estrella. Cuando estaba bajando el cántaro para recoger agua del pozo se detuvo, porque el espejo del agua brillaba como si fuera de puro oro, debido al reflejo de la estrella celeste.
- ¡Como brilla y resplandece!, ¡Qué bonito sería si la abuelita también la pudiera ver!
De este modo bajó el cántaro y al sacarlo ¡el agua brillaba como el oro!
Rápidamente se fue a su casa y se lo mostró a su abuelita. Como la anciana era muy sabia le dijo:
- ¿Qué luz será ésta, que ya comienza a iluminar el mundo, y que hace brillar el agua? ¡Hasta tus ojos comienzan a brillar!
La noticia del agua dorada corrió por toda la aldea, y todo el mundo se apresuró a sacar un poco del pozo. Sin embargo, por más que sacaban, el agua siempre mantuvo su brillo. Lo conservó hasta... bueno ¿hasta cuando?
Hasta que el Niño Jesús nació en Belén y entonces su luz empezó a iluminar el mundo.
(Dedicado a todas aquellas mujeres y niñas que, aún en estos tiempos, todos los días tienen que salir de sus casas a por agua)
Seguramente, en alguna ocasión te habrán dicho que tienes la cabeza llena de "pájaros".
- Esta niña tiene muchos pájaros en la cabeza- me solían decir cuando eran pequeña.
Al principio aquello me preocupó. Me imaginaba mi cabeza como una gran jaula en la que revoloteaban miles y miles de pájaros extraños y misteriosos. Y, cuando veía a alguien con sombrero o pañuelo a la cabeza, ¡creía que se lo ponía para impedir que los pájaros se escaparan!
Pero... ¿cómo serían los pájaros de mi cabeza? Grandes, pequeños... multicolores, tropicales, vanidosos, elegantes... El tamaño no lo conocía, pero lo que sí imaginaba era que debían ser mudos, porque por más atención que ponía no lograba oír sus cantos.
Muchas veces permanecía tumbada, durante mucho tiempo, en la alfombra de mi habitación. Entornaba los ojos, haciéndome la dormida, esperando sorprender a algunos de mis pájaros si intentaba huir. Por supuesto no logré ver a ninguno.
Hasta que al fin el gran misterio fue descubierto: alguien me explicó que cuando los mayores decían pájaros querían decir sueños, ilusiones, fantasías...
Con esto se me quitó un gran peso de encima. Y ahora que ya no soy tan pequeña, he de confesaros que cada día tengo más pájaros en la cabeza, muchos pájaros, pequeños, grandes, de todos los colores...
Erase una vez un rey y una reina que estaban muy tristes porque no podían tener hijos. Todos los médicos y los mejores especialistas del reino les propusieron una infinidad de remedios y recetas milagrosas pero sin éxito.
Ni el régimen que obligaba al rey a comer todo salado y a la reina a engullir quilos y quilos de azúcar, ni el de la col, ni el de escuchar nanas de Brahms, ni el de respirar polvos de talco...
Entonces decidieron visitar a la bruja INTERCULTURALIDAD para ver si ella tenía algún remedio.
INTERCULTURALIDAD era una bruja muy bromista y les propuso que adoptaran un gato, un sobrino o sobrina, un perro, un libro… Pero como comprenderéis eso no era lo que querían.
Así fue como les dio un remedio:
- “ABRID VUESTROS CORAZONES, les dijo, LA TIERRA ESTÁ LLENA DE HUÉRFANOS.
Y el primer hijo que les trajo fue una niña que venía de Japón, con cabellos finos y ojos rasgados que enamoraron a los reyes.
El segundo de África. Ante su piel de color chocolate sus majestades se derretían de felicidad.
El tercero de Arabia, de cabello moreno y piel ligeramente tostada.
Y no os lo vais a creer pero la INTERCULTURALIDAD dio aviso más allá de las estrellas y una noche un platillo volador aterrizó en los jardines del palacio.
Un extraterrestre les traía unos niños de las galaxias. Dos diminutos seres luminosos de piel azulada, grandes ojos violetas y siete dedos en cada mano.
Cuando las personas los ven pasear exclaman maravillados:
- ¡Que gran familia! Una auténtica maravilla!
Es el caminar de todos los niños de todos los mundos.
Por supuesto, la madrina de todos fue la bruja INTERCULTURALIDAD.
Adaptación libre del cuento de CORINNE MACHON: Todos los niños de todos los mundos.
Μια φορά κι έναν καιρό...o Érase una vez hace mucho, mucho tiempo, vivió Aracne, una joven famosa por su habilidad para tejer. Como todos la elogiaban, Aracne se convirtió en una muchacha muy orgullosa. Y por eso, un día, se atrevió a desafiar a Minerva, la diosa de las tejedoras.
- ¡Seguro que Minerva teje peor que yo! -dijo- ¡Me encantaría demostrárselo!
La diosa la escuchó y aceptó el desafío. El día señalado para la prueba, las dos se pusieron a confeccionar sus tapices. Cuando acabaron, Minerva vio el tapiz de Aracne y se enfureció, porque Júpiter, el padre de Minerva y jefe de los dioses, aparecía representado como una serpiente, junto a un árbol.
- ¡Esto es demasiado! -dijo la diosa, cansada de las ofensas de Aracne.
Entonces, la agarró por el pelo, la levantó del suelo y dijo:
- Aracne, te condeno a vivir para siempre suspendida en el aire, sin parar de tejer...
Inmediatamente, Aracne se convirtió en una araña, y desde entonces, teje y teje sin descansar, cumpliendo su condena.
Miriam era una bruja ruin, tan ruin que se hizo pequeñita hasta quedar del tamaño de un puño.
Tenía la piel de color ceniza y llevaba siempre una ropa negra que olía muy mal.
Era prácticamente invisible para el ojo humano. Volaba encima de un plumero a mucha velocidad y hacía una travesura tras otra.
Le gustaba, por ejemplo, pasar por la nariz de las personas cuando hablaban por el móvil haciéndoles cosquillas.
Un día descubrió un olor extraño. Era dulce, suave y la boca se volvía agua. El olor venía de una casa pequeña. Y, sin pensarlo dos veces, voló hacia allí y entró en ella.
En la cocina había una olla sobre el fuego. Dentro hervía un líquido espeso de color rojo.
Miriam se asomó a la olla, resbaló de su plumero y cayó dentro. ¡Choff! Y tragó y tragó mucho de aquel líquido rojo. ¡Era delicioso!
Cuando consiguió salir estaba roja. Y, montada en su plumero, parecía ¡un caramelo con palo!
Como tenía muchas travesuras que hacer se marchó. Pero al pasar por delante de la gente, que volvía a casa muy seria después del trabajo, a todos se les pegaba una sonrisa.
Algunos pensaban en croissants rellenos, otros en tostadas con mermelada… Todos tenían pensamientos bonitos que les llegaban a través del olor que ella desprendía.
Y Miriam se puso furiosa. ¿ Que era aquello? Todos sonreían. ¡Todos tenían caras alegres!
¡Era lo contrario de lo que ella se proponía! ¡Estaba enfadadísima! Así que decidió volver a la casa del olor.
Allí encontró a una anciana que removía la olla.
- Mujer, le preguntó, ¿que poderosa pócima es esa que me hace provocar sonrisas en la gente?
La mujer, que era ciega, le respondió:
- No es una pócima. Es sólo mermelada de fresas y cereza que uso como relleno en mis pasteles.
Miriam quedó sorprendida. Y descubrió que tenía dos alas con las que podía volar sin necesidad del plumero.
La anciana olió el aire y le dijo:
- Umm, eres una hada…hueles a mermelada. Quizás tú seas el hada de mermelada.
Así fue como, desde entonces, se dedica a hacer feliz a la gente con su olor y arranca sonrisas allá por donde va.
Adaptación del cuento de XAVIER FRÍAS CONDE (Hada de mermelada)
Así que ya sabes, sonríe todo lo que puedas que por aquí pasa el HADA DE MERMELADA
¡Vaya descubrimiento! El día se entera de que existe la noche y la noche de que existe el día. ¡Vaya rollo! Cada uno quiere ser único y especial, así que no puede haber lugar para el otro. Solo que... en plena pelea descubren las maravillas que puede ofrecer cada uno.
Un precioso corto de Pixar sobre la tolerancia y el respeto hacia los demás. Porque realmente todos somos únicos, especiales y maravillosos, ¿a que si?
Cuentan que seis ciegos un día decidieron estudiar completamente al elefante, animal que nunca habían visto. Mas sin ver no podían, es claro, juzgar sí, pensaron y dijeron.
El primero se acercó al elefante, que parado se hallaba; tocó uno de sus laterales.
- ¡ Ya lo descubrí! El elefante ¡es igual a una pared, alto y duro!
El segundo, de un colmillo tocó su punta puntiaguda y sin más dijo:
- ¡Está clarísimo!, mi opinión está tomada; yo sostengo que el elefante es como una espada.
Toca la trompa el tercero y, en seguida, de esta suerte habla a los otros muy fuerte:
- Es largo, redondo, repelente… ¡El elefante, amigos, es una voluminosa serpiente!
El cuarto, atrevido y decidido, por una pata trepa.
- ¡Oh, qué tronco más gordo! - exclama.
Y luego dice a los otros.
- Amigos, ¡esto es un árbol añoso!
El quinto toca una oreja y anuncia:
- ¡Compañeros míos, equivocados están completamente! Yo les digo que ¡el elefante es un raro y extraño abanico!
El sexto, al fin, toca la cola, se agarra bien, trepa:
- ¡Vamos, vamos, compañeros; ninguno en su anuncio acierta! El elefante es… ¡tocadlo! … una soga…Sí ¡una cuerda!
Estos ciegos amigos discuten y se enfrentan; cada uno está seguro de haber hecho bien su prueba…!Todos piensan que tienen razón y no saben que todos equivocados están!
El tacto da CONOCIMIENTO.
La vista, COLOR Y PROFUNDIDAD.
El oído, MELODÍA.
El olfato y el gusto, SABOR.
Cinco sentidos conocen lo sensible. Los cinco precisos son. Aunque para saber la verdad, INTELIGENCIA y RAZÓN, ambas precisas son.
Esta es la historia de un hombre que estaba harto de llorar.
Miró a su alrededor y vio que la felicidad la tenía delante de sí.
Estiró la mano y la quería coger.
La felicidad era una flor. La cogió
y aún no la tenía en la mano cuando ya se deshojó.
La felicidad era un rayo de sol. Levantó los ojos para calentarse la cara y, de repente, una nube la apagó.
La felicidad era una guitarra. La acarició con los dedos.
Las cuerdas empezaron a chirriar.
Cuando al atardecer llegaba a casa, el buen hombre continuaba llorando.
Al día siguiente, continuó buscando la felicidad.
Al borde del camino había un niño que lloriqueaba.
Para tranquilizarlo cogió una flor y se la dió.
La fragancia de la flor perfumó a ambos.
Una pobre mujer temblaba de frío cubierta con sus trapos.
Él la acompañó hasta el sol y también él se calentó.
Un grupo de chicos cantaba.
Él los acompañó con su guitarra.
La melodía los unió.
De regreso a casa, de noche, el buen hombre, sonreía de verdad.
En un pueblo vivía una buena anciana que era feliz ayudando a los necesitados. Todo el que llamaba a su puerta podía estar seguro de que la buena mujer le daría unas monedas y un buen pedazo de pan blanco; así que los mendigos de los pueblos vecinos nunca pasaban por los alrededores sin detenerse a hacerle una visita.
Un día un hombre, que acababa de comer con ella, le dijo:
- El buen Dios me ha otorgado el poder de concederos un deseo. Pensadlo bien y decidme lo que queréis.
La anciana lo estuvo pensando un buen rato, y por fin le dijo:
- Me gustaría que todo el que se suba al ciruelo que tengo en el jardín no pueda bajar hasta que yo lo diga.
- Así será, le respondió el hombre.
Años más tarde, la muerte pasó por la casa de la anciana.
- Va a cumplir pronto los ochenta se dijo la muerte; ya ha vivido lo suyo, así que voy a llevármela.
Y la muerte entró en la casa.
- ¿Eres tú muerte? Llevo mucho tiempo esperándote; estoy preparada para irme contigo cuando quieras, y no creas que me importa -dijo la anciana. Pero, no, espera, me equivoco; antes de dejar esta vida me gustaría comerme un par de ciruelas.
- Si no es más que eso, espera un momento.
La muerte salió al jardín, se subió al ciruelo y cogió un par de frutas; pero justo cuando se disponía a bajar, la anciana dijo:
- Que la muerte no baje del árbol hasta que yo diga.
Y por mucho que la muerte amenazó, rogó, gritó e insultó, no consiguió que la anciana la bajara del árbol.
Durante seis meses nadie murió en la Tierra y la muerte se hartó de comer ciruelas.
Ya veis nunca un árbol fue tan importante en una historia... Realmente hay mucho que agradecerles...
Todo lo que os voy a contar sucedió en el pueblo de Rieiro, cerca del Río Xallas, una noche de HALLOWEEN. Y fue de esta manera:
Paula de diez años y su hermano Ángel, despertaron súbitamente. Unas voces misteriosas venían desde el río.
- Abracadabra pata de cabra.
- ¿Has oído?, preguntaba Ángel a Paula aterrorizado desde a su cama, cubriéndose la cara con el edredón.
- Si, Ángel, las he oído- respondía la niña, muy asustada. ¿Qué puede ser?
- No lo sé, Paula. Tengo miedo, mucho miedo.
El perro Pataquieta ladraba como nunca. El gato Mocoliso maullaba alborotado. El loro Selvatutía no dejaba de repetir: “Me pica el pico”.
Vamos a ver qué está pasando- insistía Laura. No seas miedica .
Los dos hermanos, en pijama, saltaron de sus colchones y se asomaron a la ventana. Desde allí contemplaron el río Xallas.
Las truchas sacaban sus cabezas por entre el agua y repetían con fuerza y ganas:
- ABRACADABRA, PATA DE CABRA.
- ¡Son las truchas! Dijeron los dos al mismo tiempo.
Fue cuando apareció ante la vista de los chiquillos aquel barco fantasma. Un velero gigante. Todo iluminado. Con muchas bombillas, con los colores del arco iris.
Las truchas callaron.
Del buque salía una música fantástica. El que la escuchaba se ponía contento, olvidaba sus penas y repetía sin cesar, alegre: “ABRACADABRA, PATA DE CABRA”.
- ¿Ves lo que yo veo, Ángel?
- Sí, claro que sí.
Y los dos hermanos llevados no se por qué fuerza interior comenzaron a repetir:
- ABRACADABRA, PATA DE CABRA”.
Pero el barco pronto desapareció. Tal vez al verse descubierto, huyó.
- Creo que las truchas están embrujadas, dijo Ángel. Parlotean como las personas.
Los dos hermanos volvieron a la cama. La noche siguiente ocurrió lo mismo: las truchas, el barco… Pero esta vez la música hechizada los atraía hacia el río.
Ángel y Paula, cogidos de la mano, alegres, felices, llegaron hasta el río. De repente aparecieron dos caballos de mar ¡en un río! Se dirigieron a los niños y les dijeron en perfecto castellano:
- Venid. Montad sobre nuestros lomos. No tengáis miedo.
Los niños obedecieron. Montaron en ellos y fueron transportados hasta el mismo casco del barco.
La música era cada vez más
Una voz suave, delicada, dulce, habló desde la cubierta:
- ¡Subid! Que suban los niños!
Ángel y Paula alzaron su mirada hacia arriba y vieron a una bruja. Se trataba de Makelena. La gran bruja y madre de todas las brujas y brujos. La creadora de la magia. La única capaz de convertir a un elefante en hormiga, de hacer hablar a las orejas de la gente, de saber todo aquello que a uno le gustaría ver y oír.
Makelena arrojó a las aguas su sombrero y dijo:
- ¡Que se monten en él los niños y suban!
Y así fue como llegaron a la cubierta del buque. Allí había muchos brujos y brujas, de todos los colores y de todos los países. Los recibieron con aplausos, abrazos y besos. Hubo mucha fiesta. Bailes y más comida.
A una señal de Makelena llegaron volando por el aire unos brujos que traían libros. Libros nuevos, viejos, de poesía, de aventuras, de misterio, de teatro… Los depositaban en una máquina licuadora que iba exprimiendo sus hojas y sacando por un tubo especial el zumo de sus letras.
MAKELENA le ofreció a los niños de aquel zumo. Al beberlo se convirtieron en niños libro.
Los hechiceros besaron a los niños. Se despidieron de ellos. Luego, los caballos marinos los transportaron de vuelta a casa donde fueron muy felices y soñaban todas las noches con las historias que estaban escritas en los libros.
Todo gracias al zumo de los hechiceros. Cuando se publica un nuevo libro, los niños exprimen sus hojas como si fuesen naranjas y beben la sustancia de las letras. Y como son generosos comparten esta experiencia con sus compañeros de colegio y así todos acaban tomando de aquel zumo especial.
Y el barco de los brujos, según dicen los que lo han visto alguna vez, se ha convertido en un libro flotante. Un libro que navega por todos los mares y ríos del mundo, buscando a niños y mayores que quieran subirse a él. Así que ya sabes lo que te espera cuando escuches esta canción...
Atención niños y niñas, ¡cuidado! ¡Tened cuidado con vuestros pies! Erase que se era un duende muy travieso al que le encantaba roer los pies a los niños.
Todas las noches mientras dormían, se dedicaba a su afición favorita: ¡roer los pies!Y claro los niños tenían que ir al médico por culpa del duende roe pies. Allí los pinchaban y debían de tomar medicinas que son tan aburridas.
Una noche María sintió cosquillas en sus pies y cuando fue a mirar lo que pasaba, ¿sabéis lo que encontró? ¡Pues al duende claro! Allí estaba él tan ricamente ¡royéndole los pies!
Lo sacudió y le dijo:
- ¡Oye tu! ¿Estás loco? ¿Qué te pasa para hacer eso?
El duende le explicó que no podía vivir sin roer y lo mejor eran los pies.
María tenía que darle una lección a ese duende roedor y, ni corta ni perezosa le contó que ella podía curarle esa manía.
Cogió una piedra que había traído de la playa en el verano y que tenía de adorno en su habitación y le dijo:
- Toma, roe esto.
El duende confiado así lo hizo y como podrás imaginar ¡se rompió los dientes! Se le cayeron todos al suelo mientras María sonreía y le decía:
- ¡Chincha rabincha, ya no podrás roer los pies de los niños!
Pero cuidado niños, mucho cuidado. !No se sabe si a los duendes les vuelven a salir los dientes de nuevo!
Fadó, fadó, fadó a bhiín ann… En una ocasión, hace mucho tiempo Jack llegó buscando trabajo a casa de rico labrador que vivía cerca de un castillo.
El castillo estaba embrujado y el labrador había perdido en el a varios miembros de su familia. Le ofreció a Jack el siguiente trabajo: si pasaba en el castillo toda la noche y por la mañana seguía vivo, le daría una bolsa de monedas de oro y también la mano de su hija.
Así fue como el joven se vio dentro del castillo. Había un gran fuego en una enorme chimenea y una mesa con una botella, un vaso y una jarra de ponche.Jack leyó una sarta de plegarias en un libro que llevaba y se sentó a esperar.
Al cabo de un tiempo sintió que alguien golpeaba la habitación en el piso de arriba. Y, de repente, se abrió un agujero en el techo al tiempo que una voz decía:
- Que me caigo, que me caigo!
- Cáete, le dijo Jack.
Y, sobre el piso, cayeron un par de piernas que se encaminaron a un extremo y allí quedaron.
Los pelos de Jack se pusieron de punta pero de nuevo regresaron los gritos y esta vez cayó el tronco que se fue a posar encima de las piernas.Luego llegaron la cabeza y los hombros hasta que el hombre quedó completo.
Otros dos hombres vinieron tras él y comenzaron a dar le patadas a una pelota. Jugaban dos contra uno.
Jack estaba aterrorizado pero sacó fuerzas para decirle al que estaba solo:
- Señor, usted es uno y los otros dos, me voy a unir a usted y seremos dos contra dos.
- El partido duró toda la noche y cuando comenzaba a amanecer Jack notó que los fantasmas querían decirle algo.
- De manera que dijo:
- Caballeros, ya que rematamos el partido, ¿seríais tan amables de decirme por qué venís aquí noche tras noche y cómo podría ayudaros a dar descanso as vuestras almas?
- Sabias palabras, le dijo uno que sentó junto a él. Algunos de los que te precedieron jugaron con nosotros pero ninguno tuvo la suficiente MISNACH (energía) para hablarnos. Yo soy el padre del hombre que te contrató y este es mi padre y el otro mi abuelo.
De vivos adorábamos el dinero, éramos ruines, nunca pagábamos las deudas y casi matamos de hambre a nuestros trabajadores. Aquí tienes el dinero y los tesoros acumulados en nuestra vida y también los documentos con los nombres de las personas a las que perjudicamos.
Dile a mi hijo que pague a toda esa gente, que salde nuestras deudas. Después vuelve aquí y si no escuchas nada es señal de que estamos en paz y podrás casarte con mi nieta cuando quieras.
A la mañana siguiente cuando el labrador vio vivo a Jack no lo podría creer. Y, cuando éste le contó lo que tenía que hacer, inmediatamente se puso a la tarea.
Devolvió, con la ayuda de Jack, a todo el mundo de la lista su dinero.
Cuando Jack regresó al castillo a pasar la noche se quedó dormido tranquilamente delante del fuego.En sueños le pareció ver tres pájaros blancos que volaban por el cielo.
Jack se casó por fin con la hija del labrador y vivieron en aquel castillo. Fue muy feliz con su familia y siempre fue generoso con los demás porque tenía muy en cuenta aquella historia que vivió.
Pero lo que nadie sabe es que una vez que hallaron la paz, ¡la que montaron los fantasmas en el cielo!
En un oscuro castillo vivía desde hace 300 años un fantasma. Además de hacer ruido con las cadenas y llaves, como los fantasmas, también era capaz de cruzar las paredes.
En la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre pasó algo muy raro. Cuando quiso atravesar la pared de la sala de los caballeros chocó contra ella y cayó al suelo.
En ese momento escuchó una risa.
- JA, JA, JAAAAAAA. ¡Hoy es la noche de brujas, embrujé las paredes del castillo y ya no las podrás atravesar más!
Era a la bruja Huelemal, una vecina de aquel castillo que estaba tan loco como ella. El fantasma se marchó y dejó a la bruja sola.
Pero… cuando la bruja Huelemal quiso montar en su escoba, empezó a volar en círculos, tan, tan rápido ¡que se mareó!
Bruja y fantasma decidieron hacer las paces y acabaron los dos volando alrededor del castillo, jugando a la pilla. De esta manera, lo que empezó como una broma de la bruja acabó siendo una gran amistad.
Desde entonces en aquel castillo son todos bienvenidos, especialmente los niños y niñas, a los que el fantasma y la bruja les encanta contar cuentos. ¡Y cantar una bonita canción de miedo!
Érase que se era un tiempo en que las plantas, los animales y los humanos estaban muy contentos con el sol. Éste brillaba en el cielo azul y con sus rayos acariciaba a todos en la tierra.
Una nube, envidiosa del cariño que la gente le tenía al sol, se quejaba contínuamente y decía:
- ¡Estoy harta! No hago más que mojarlos y todos están a hablar del sol. De mí, nada de nada.
Así fue como un día en el que, como tantos otros, los humanos, las plantas y los animales estaban a gozar del calor del sol, cuando la nube se plantó delante y dijo:
- ¡Se acabó! De ahora en adelante ya no serás tú el más importante. Te voy a tapar y nunca más podrás ver la Tierra.
Por más que el sol le suplicó, la nube no le hizo caso. Las plantas fueron perdiendo su color y animales y humanos se estaban muriendo de frío.
Un día una niña ideó un plan y habló con la nube:
- ¡Nube, mira que eres bonita! A mí me gustas más que el sol.
Cada vez que la niña le decía algo bonito a la nube, ésta se ponía más y más gorda con su vanidad. De manera que cuando la niña le dijo a la nube que no se creía que ella diera la lluvia, ésta no se lo pensó dos veces y comezó a hacerla.
Y cuanto más llovía, más pequeña se iba haciendo, más pequeña, más pequeña...
De esta manera el sol comenzó a asomar por detrás. Primero un rayo, luego otro, y otro, y otro...
Con la magia del sol y la nube, juntas, surgió el arco iris.
Desde entonces las nubes y el sol son amigas y cuando se juntan nos regalan un arco iris.
Hace mucho, mucho tiempo, los monos de nariz blanca le dieron vueltas a un asunto que los traía de cabeza. Allí estaba la Luna en lo alto, blanca como su nariz.
Les encantaba la Luna, si de lejos era hermosa, de cerca tendría que serlo mucho más. Así que, después de mucho pensarlo, decidieron viajar hasta la Luna para traerla a la tierra.
De este modo se subieron uno encima de otro, hasta que el último de todos consiguiera tocar la Luna.
Lo que pasó fue que los que estaban debajo se cansaron y la torre de monos se desmoronó. ¡Todos cayeron al suelo! Bueno, todos no, porque el que había llegado a tocar la Luna se quedó enganchado a ella por el rabo.
La Luna lo miró asombrada y tan simpático lo encontró que le regaló un tambor. Una vez que el mono aprendió a tocar el instrumento la Luna lo devolvió a la Tierra bajándolo por un cordelito.
- No toques el tambor hasta que llegues al suelo. Cuando pises tierra, toca para que yo te oiga, entonces cortaré la cuerda. Le dijo la Luna.
Pero sucedió que el mono se emocionó y tocó el tambor antes de tocar tierra. Entonces, la Luna, que lo oyó, cortó la cuerda y el mono de nariz blanca se precipitó contra la tierra quedando muy malherido.
Una muchacha encontró al pobre mono moribundo; sin embargo, él aún tuvo fuerzas para contarle la historia del tambor y regalárselo.
Así fue como el tambor llegó a África y la gente construyó muchos tambores. Lo tocan cuando están contentos. Lo tocan cuando están tristes. Lo tocan en las fiestas y lo tocan para comunicarse en la lejanía. ¡Tambores de mil formas y tamaños resuenan por toda África!.
La Luna escucha su tantán muy complacida y se acuerda con ternura del mono con nariz blanca que fue el primero que viajó a la Luna.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando la magia existía libremente por cada rincón del planeta, el druida GULDRÍS tuvo un sueño.
Soñó con un mundo donde se fabricaban toda clase de artilugios. Donde no se respetaba el medio ambiente. Todo estaba gris y sucio… Se talaban los árboles, desaparecían bosques, los ríos estaban llenos de desperdicios… La naturaleza sufría mucho y aquel mundo estaba a punto de morir.
En su sueño apareció un búho blanco que le dijo:
-La solución a este mundo está en el roble y el elixir mágico que se puede fabricar con el muérdago, la planta que crece en su tronco. Si se lo das a todas las personas que quieran conservar la naturaleza, ésta se salvará.
Cuando despertó, un búho blanco lo estaba mirando fijamente y, además, tenía la sensación de que el sueño se iba a cumplir, tal vez dentro de dos mil años. Decidió seguir al búho que estaba fuera… Y se internaron los dos en lo profundo del bosque.
De repente, vio muchos robles y en ellos la planta con la que podía hacer el elixir maravilloso de su sueño. Así fue como convocó a una reunión al resto de los druidas para informarles del descubrimiento y, desde entonces, en el sexto día de la luna, recogen el muérdago con una hoz de oro procurando que no caiga al suelo.
Este secreto fue transmitido de generación en generación. Siempre recordando las palabras del druida:
- Nos veremos al anochecer, junto al fuego, debajo del roble, mientras el búho ulula bajo el cielo lleno de estrellas y escuchando al lobo en el bosque cercano. Que Lug te proteja!
AHORA QUE SABES ESTE SECRETO... ¿TÚ TAMBIÉN QUIERES CUIDAR LA NATURALEZA?
Dicen que el niño comelibros al principio mamaba la leche que su madre le daba; pero no solo no crecía, sino que no paraba de llorar.
Su madre, para consolarlo, le contó un cuento. El niño calló y sonrió. Le contó otro y otro más. Al final durmió toda la noche y a la mañana siguiente había crecido 10 centímetros. Así fue como su mamá le contó otro al mediodía, por la tarde, por la noche... Al día siguiente había crecido 20 centímetros. ¡Lo que comía el niño eran cuentos!
Cuando acabaron con todos los libros de cuentos, sus padres tuvieron que inventarlos. Pero el niño comía tanto que no daban encontrado más para contarle ya que, si eran repetidos, no crecía.
Un día la madre descubrió un saco lleno de cuentos pero pertenecían a un duende que le dijo:
Así fue como el duende empezó a contar un cuento y la madre lo intentaba escribir. ¡Imposible! Cada letra que escribía desaparecía.
Y el duende se reía.
Lágrimas de rabia empezaron a caer por las mejillas de la madre que mojaron el papel y el lápiz.
Cuando el duende contó otro cuento las letras, las palabras, se pegaron al papel. Los cuentos fueron pillados y escribió, y escribió... con su maravilloso lápiz que parecía no acabarse nunca.
El niño comelibros creció, se convirtió en un hombre que siguió alimentándose de historias que escribía para todos los niños y niñas del mundo: cuentos cortos, cuentos largos, cuentos cantados, cuentos narrados...
Los escribía con aquel lápiz de su madre que, con sus lágrimas, se había convertido en mágico y nunca se afilaba ni se agotaba.
Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento: Margarita, te voy a contar un cuento:
Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; más lo malo es que ella iba sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: —«¿Qué te has hecho? te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?».
La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: —« Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad».
Y el rey clama: —«¿No te he dicho que el azul no hay que cortar?. ¡ Qué locura!, ¡Qué capricho!... El Señor se va a enojar».
Y ella dice: —«No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado: —« Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver».
La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: —«En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar.
La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento.
Me gustan los cuentos de todos los sabores, de todos los colores, de todos los olores...pero, mis preferidos son los que cuenta un niñ@ especialmente si se narran a través de la ilusión de sus dibujos.
Aquí encontrarás un rincón donde la fantasía, la imaginación, los valores y la emoción tienen su hogar.
Pedro tenía una cometa que le cantaba cada vez que la izaba al vuelo - Súbeme más alto Pedro!. ¡Arriba, arriba! Éste emocionado le hacía caso y la elevaba un poco más. Cuando no hacía viento la cometa no podía volar, por lo que pasaba el rato contándole a Pedro lo que veía desde lo alto del cielo y él quedaba muy asombrado con lo que decía: - Veo niñ@s, niñ@s que me miran y sonríen, me señalan y me dicen ¡guapa!. Danza en el aire, baila tu canción, ¡cuentanos un cuento lleno de emoción!. Por eso, cada vez que los niñ@s ven una cometa son felices porque escuchan su canto convertido en un relato.Hoy voy a poner mi cometa a volar ¿quieres ser feliz oyéndola cantar?.