COMETA

sábado, 20 de febrero de 2010

CUENTO "LA CAJA DEL TIEMPO"


¿Sabes? Cuando Dios ordenó el mundo, lo peor fue dejarlo todo en su sitio. Había un barullo espantoso en el universo y Dios andaba afanado tratando de arreglarlo como buenamente podía.

No todo le estaba saliendo a pedir de boca. De pronto se le alargaba una cordillera y se caía, se caía hacia el mar.

- ¡Pero si me habían dicho que esta tierra era de la mejor calidad!- se quejaba el pobre Dios, espantado.

O mientras concluía un océano, le brotaban dos islas inesperadamente y no sabía dónde ponerlas.

Otro día se declaraban en rebeldía los animales marinos y se hacían anfibios porque les daba la gana, invadiendo los espacios que Dios tenía reservados para el hombre.

- ¿Será posible? ¡Esto sólo me pasa a mí!- se lamentaba el pobre Dios.

Y de tanto esforzarse una y otra vez llegó el momento en que estaba cansadísimo. De este modo, al séptimo día se fue a echar una siesta. Se tapó con la esquina de una nube y se puso a roncar.

Pero el universo se había quedado lleno de pelusas que no había tenido tiempo de recoger. Y es que cuando Dios termina algo, suele sacudir su mandilón de trabajador y allá que van las sobras.

De modo que había restos de todas clases: rincones de mediodía, trocitos pequeños de bosques, virutas de islas, plumas, patas y picos inservibles...

Ocurrió que una de esas pelusas empezó a rodar de nube en nube, de estrella en estrella, y cayó a los picos más altos, y siguió cayendo hasta dar en uno de los valles de la tierra. A medida que rodaba y rodaba, se fue haciendo más gorda y más sucia, de manera que cuando acabó de rodar era una pelusa repugnante.

Y como se sentía sucia y fea se dedicó a ir por todas partes tratando de desprestigiar la obra de Dios, sembrando cizaña y convenciendo al resto de los seres para que protestaran:

- A la serpiente que le hubiera gustado ser un caballo pero aquel día Dios iba a marchas forzadas y no le puso patas.
- A la retama, que no quería ser un matojo toda su vida.
- Al manzano que no quería regalar las manzanas, ¡quería cobrarlas!
- A las nubes, que les fastidiaba llevar agua en sus barrigas.
- Al agua, prisionera del río.
- Al río, aburrido de que lo mojaran constantemente...

Cuando Dios despertó de su siesta, se encontró el universo patas arriba.

Todos llevaban pancartas que decían: "IGUALDAD DE DERECHOS CON EL HOMBRE", "EL MUNDO TAMBIÉN ES NUESTRO", y frases parecidas.

Uno a uno fueron exponiendole sus quejas, hasta que le llegó el turno a la pelusa que le dijo:

- ¿Quien soy y qué hago aquí?.

Al pobre Dios le llevó trescientos años consultar en sus ordenadores y no hubo manera de identificar a la pelusa.

Como el deseo de la pelusa era que todos conocieran su existencia y que lo tuvieran presente día y noche Dios se lo cumplió.

Desató un viento terrible que se llevó al ser y lo arrojó al interior de un pozo oscuro. Cerró la tapa y le dijo:

- "Los hombres serán tus esclavos. Inventarán miles de sistemas en donde tú reinarás por completo. Naturalmente, las cosas no se consiguen gratis. Permanecerás ahí encerrado para siempre. Te conocerán y hasta maldecirán tu nombre. Te llamarás Tiempo".

Desde ese día, el tiempo vive encerrado en cajas de distintas formas y tamaños. Nosotros los llamamos relojes.

Si los acercas al oído, oirás un quejido pequeño, algo así como: "Ay, ay, ay, ay". Es la pelusa que se queja para que el hombre la oiga.

Y el hombre la oye, vaya si la oye. El hombre vive atado al tiempo y desea detenerlo. Pero Dios no lo permite.

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