¡Hola a tod@s! Estaba esperando que viniera a mí un cuento especial para celebrar con todos vosotr@s el día del libro que, como sabéis, es el día 23 de abril. Como por arte de magia, éste apareció en mi camino y ahora quiero compartirlo con vosotros porque sé que os va a encantar. ¡Feliz lectura! Hace mucho, mucho tiempo, en España, en una ciudad llamada Pamplona, el 7 de julio día de San Fermín, después del canto de los mozos, que se preparaban para correr el encierro, el toro LUNA VERDE se tumbó en el suelo y se negó a salir.
Por más que los pastores y el mayoral lo instigaban para que lo hiciera, él se negaba y se limitaba a bramar, mirar al cielo y mover la cabeza.
Hasta que, de pronto, se incorporó del suelo, miró alrededor con desafío y orgullo, cogió carrerilla y salió a todo correr por las calles.
Corriendo, corriendo salió de la ciudad, se fue veloz por los campos hacia la ciudad vecina de Corella.
- ¡El toro, el toro!- exclamaban los vecinos al verlo.
La Guardia Civil, la Policia Municipal y las autoridades advertían a la gente que no saliera de sus casas.
Pero el toro, después de haber bebido en un remanso del río Alhama y comer las hierbas del prado se había quedado tumbado al pie de la ermita de Nuestra Señora del Villar.
Se hizo de noche, noche de luna llena. A las doce en punto sonaron las campanas de la iglesia, entonces apareció el gallo Tomás.
El gallo Tomás era políglota, ya sabes uno que habla muchos idiomas.
Kikirikí en español, Cocka-doodle-doo en inglés, Kokekokoo en japonés, Cocorico en francés, Kikerike en alemán, Kúkuriguu en búlgaro...
Como también hablaba el lenguaje de los toros le preguntó a Luna Verde:
- ¿Qué hace?
- Estaba esperándote, le contestó -Es la hora. Monta sobre mi lomo y nos vamos.
El gallo Tomás voló hasta colocarse encima de la res. Luna Verde emprendió el camino guiado por Tomás.
-
Por aquí, Kikí. Por acá, Kaká. Por acú, Kukú. Por aqué, Keké. Por acó, Kokó.
Atravesando calles y plazas llegaron ante la casa de unos niños que se despertaron al oír al toro bramar y al gallo cantar. Eran Oscar y Gloria, dos hermanos que sabían muy bien lo que tenían que hacer pues habían soñado por la noche con los dos animales. Cogieron un libro titulado "Poesía encantada", bajaron a la calle y se pusieron delante de LUNA VERDE.
El animal se arrodilló ante ellos mientras éstos comenzaron a recitar un poema:
" No hagas daño a mi torito,
torerito de Alcalá,
que si llora Luna Verde
con él llora el olivar".
Y ahora piensa que fue la magia, un embrujo o un hechizo, el caso es que el toro Luna Verde se fue haciendo pequeño, pequeñito...
Poco a poco se transformó en un libro de poemas titulado LUNA VERDE. El gallo cantaba. El toro era un libro, un verso...