Érase que se era un tiempo en que las plantas, los animales y los humanos estaban muy contentos con el sol. Éste brillaba en el cielo azul y con sus rayos acariciaba a todos en la tierra.
Una nube, envidiosa del cariño que la gente le tenía al sol, se quejaba contínuamente y decía:
- ¡Estoy harta! No hago más que mojarlos y todos están a hablar del sol. De mí, nada de nada.
Así fue como un día en el que, como tantos otros, los humanos, las plantas y los animales estaban a gozar del calor del sol, cuando la nube se plantó delante y dijo:
- ¡Se acabó! De ahora en adelante ya no serás tú el más importante. Te voy a tapar y nunca más podrás ver la Tierra.
Por más que el sol le suplicó, la nube no le hizo caso. Las plantas fueron perdiendo su color y animales y humanos se estaban muriendo de frío.
Un día una niña ideó un plan y habló con la nube:
- ¡Nube, mira que eres bonita! A mí me gustas más que el sol.
Cada vez que la niña le decía algo bonito a la nube, ésta se ponía más y más gorda con su vanidad. De manera que cuando la niña le dijo a la nube que no se creía que ella diera la lluvia, ésta no se lo pensó dos veces y comezó a hacerla.
Y cuanto más llovía, más pequeña se iba haciendo, más pequeña, más pequeña...
De esta manera el sol comenzó a asomar por detrás. Primero un rayo, luego otro, y otro, y otro...
Con la magia del sol y la nube, juntas, surgió el arco iris.
Desde entonces las nubes y el sol son amigas y cuando se juntan nos regalan un arco iris.
- ¡Estoy harta! No hago más que mojarlos y todos están a hablar del sol. De mí, nada de nada.
Así fue como un día en el que, como tantos otros, los humanos, las plantas y los animales estaban a gozar del calor del sol, cuando la nube se plantó delante y dijo:
- ¡Se acabó! De ahora en adelante ya no serás tú el más importante. Te voy a tapar y nunca más podrás ver la Tierra.
Por más que el sol le suplicó, la nube no le hizo caso. Las plantas fueron perdiendo su color y animales y humanos se estaban muriendo de frío.
Un día una niña ideó un plan y habló con la nube:
- ¡Nube, mira que eres bonita! A mí me gustas más que el sol.
Cada vez que la niña le decía algo bonito a la nube, ésta se ponía más y más gorda con su vanidad. De manera que cuando la niña le dijo a la nube que no se creía que ella diera la lluvia, ésta no se lo pensó dos veces y comezó a hacerla.
Y cuanto más llovía, más pequeña se iba haciendo, más pequeña, más pequeña...
De esta manera el sol comenzó a asomar por detrás. Primero un rayo, luego otro, y otro, y otro...
Con la magia del sol y la nube, juntas, surgió el arco iris.
Desde entonces las nubes y el sol son amigas y cuando se juntan nos regalan un arco iris.
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