En un lugar paradisíaco vive un gran conejo. Su debilidad son las mariposas, las adora. Pero en todo paraíso siempre hay problemas que se deben solucionar con ingenio y astucia.
En este precioso corto de animación podrás ver que no es necesaria la violencia para resolver los conflictos.
Hace mucho tiempo la madre del Viento Norte, Brisa y Viento Solano, que vivía en una torre en la cima de un alto monte, tenía una campanilla de plata para llamarlos si los necesitaba. Como se habían echo mayores se habían ido por el mundo a correr aventuras.
Cada año los vientos visitaban unos días a su madre. Brisa en Primavera, Viento Norte en Invierno y en verano Viento Solano.
Ocurrió que un día de primavera la madre se sintió tan sola que decidió preparar una buena merienda para reunir a sus hijos y tocó la campanilla de plata. Creyendo que su madre estaba en peligro, el Viento del Norte llegó llenando los campos de escarcha, destrozando los árboles tiernos y cubriendo el cielo de nubes negras.
Luego llegó Viento Solano con su aliento de fuego. Traía remolinos de polvo y arena del desierto donde estaba cuando oyó la campanilla. Pasó por los campos deshelando todo lo que había helado su hermano, secando árboles y plantas.
Cuando apareció Brisa, el valle era un desierto. Después de merendar, Viento Norte y Viento Solano regresaron a sus tareas y Brisa se quedó porque ya era primavera. La madre de los vientos quiso arreglar el desastre que había causado y le pidió ayuda.
Así fue como Brisa esparció por todo el lugar una colección de semillas que guardaba con mucho cariño su madre, y, luego, trajo a las nubes cargadas de agua que regaron la tierra poco a poco.
El sol y la lluvia devolvieron la vida a los campos que reverdecieron más hermosos. De las semillas nacieron árboles y plantas que nunca se habían visto antes.
Desde entonces los tres vientos visitan juntos a su madre en Febrero. Por eso, en este mes a veces sopla viento frío, otras una brisa suave...
Cuando llegue Febrero Loco, acuérdate de que los vientos se juntan para que su madre no se sienta sola.
Había entre los guraníes uno joven y valiente llamado Igtá, que se enamoró y quiso casarse con la más buena, hermosa y lista joven de la tribu, llamada Picazú.
Todos estaban de acuerdo, pero era costumbre pedir la opinión de la Luna. Así que una noche hicieron la consulta y la Luna los iluminó. “La luna aprueba este amor”, dijo el Tuyé, el adivino de la tribu.
Superada esta prueba, Igtá tuvo que demostrar su amor por Picazú. Por ella cruzó nadando el lago y trajo caza para todos. Con lo que todos le admiraron.
Tras tres lunas, se convocó la boda. Y también, como era costumbre, Igtá y Picazú pidieron la aprobación de Tupá, el dios bueno. Pero… de repente comenzó a llover.
- “Son lágrimas”, dijo el adivino, “el dios no aprueba esta unión”.
Pero Igtá y Picazú se querían, estaban enamorados, y de ningún modo iban a separarse. Así que echaron a correr y se lanzaron al lago con la idea de escapar juntos a una isla que se alzaba en su centro.
Cuando la tribu vio lo que pretendían, primero empezaron a perseguirles, después a gritarles y por último a tirarles piedras para evitar que huyeran.
Estaban ya a punto de alcanzar la isla cuando Nuatí, un malvado guerrero enemigo de Igtá, comenzó a lanzar flechas que casi les alcanzan. Pero entonces el sol se volvió rojo y bañó con su luz el paisaje. Todos se quedaron maravillados.
Lo que permitió que Igtá y Picazú se pusieran a salvo y vivieran felices en la isla su amor por siempre.
(Adaptación: A. Finley
Ilustraciones: Diego Jiménez)
Desde allí cantan al amor verdadero, el amor que supera todos los obstáculos.
En la provincia de Pontevedra, en un lugar que se llama Pardesoa, Tierra de Montes, contrataron a un pastor para que cuidara el rebaño cabras y ovejas.
El pastor iba al monte al amanecer y regresaba por la noche. Así día tras día y el rebaño iba engordando y aumentando.
Pero ocurrió que un día regresó con dos ovejas menos y otro día faltó una cabra y otro tres ovejas…
Entonces los vecinos decidieron vigilarlo. De esta manera el hombre más fuerte de la aldea se fue detrás de él, siguiéndolo a cierta distancia, para observar lo que pasaba.
Al llegar al monte el hombre fuerte se escondió a observar.
Al cabo de un rato escuchó un fuerte silbido y vio una gran cobra, de muchos metros de largo, que se lanzaba sobre las ovejas.
El pastor, que estaba atento, comenzó una lucha con la serpiente cuerpo a cuerpo.
La pelea duró mucho tiempo y mientras los contendientes hablaban entre ellos. La cobra le decía al pastor:
- Si tuviese una fuente para refrescarme no salías con vida de este monte.
- Pues si yo tuviese un vaso de leche, un pedazo de pan y el beso de una chica acababa contigo serpiente loca.
Y ambos tuvieron que parar a descansar porque estaban agotados.
El hombre fuerte que estaba vigilando aprovechó para irse a correr hacia la aldea a buscar lo que necesitaba el pastor para vencer a la serpiente y regresó con todo al monte.
La chica que lo acompañaba le dio el pan y la leche al pastor que comió con gana y también un sonoro beso. Con las fuerzas de estos tres elementos fue capaz de derrotar a la serpiente. Al hacerlo ésta se transformó en un hada hermosísima de la que el pastor se quedó perdidamente enamorado.
El hada no era más que una mágica muchacha encantada y él rompió su hechizo.
Se casaron y fueron muy felices y, a pesar de tener cuanto querían, el pastor seguía comiendo todos los días pan y bebiendo un vaso de leche.
Los besos se los daba su hada.
La otra chica está esperando en Pardesoa por si alguien quiere probar de nuevo sus besos. Yo te digo que saben a manzana con queso.
Me gustan los cuentos de todos los sabores, de todos los colores, de todos los olores...pero, mis preferidos son los que cuenta un niñ@ especialmente si se narran a través de la ilusión de sus dibujos.
Aquí encontrarás un rincón donde la fantasía, la imaginación, los valores y la emoción tienen su hogar.
Pedro tenía una cometa que le cantaba cada vez que la izaba al vuelo - Súbeme más alto Pedro!. ¡Arriba, arriba! Éste emocionado le hacía caso y la elevaba un poco más. Cuando no hacía viento la cometa no podía volar, por lo que pasaba el rato contándole a Pedro lo que veía desde lo alto del cielo y él quedaba muy asombrado con lo que decía: - Veo niñ@s, niñ@s que me miran y sonríen, me señalan y me dicen ¡guapa!. Danza en el aire, baila tu canción, ¡cuentanos un cuento lleno de emoción!. Por eso, cada vez que los niñ@s ven una cometa son felices porque escuchan su canto convertido en un relato.Hoy voy a poner mi cometa a volar ¿quieres ser feliz oyéndola cantar?.